Abre la puerta, no espera encontrar nada. Tiene falta de sueño, sube arrastrando los pies por las escaleras de caracol, mira la cama, como quien vuelve a ver su gran tesoro enterrado, abre las sabanas blancas, suaves, con olor a lavanda y se posa, lentamente en ella. El momento se hace eterno como la sonrisa de satisfacción que cuelga de sus labios de rojo intenso, un segundo le basta para transportarse a su pequeño mundo de colores, donde todo se vuelve perfecto, no quiere despertar nunca, allí se siente feliz.
Después de 8 horas durmiendo, suena el ruidoso despertador, se levanta, sabe que va a ser un día como todos, caóticos, pero nadie le quitara esa gran sonrisa, fruto de sus sueños, que no se perdieron y que algún día encontrara, al otro lado del espejo.
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